DEFENDAMOS LA “REALIDAD EFECTIVA”. PELEEMOS EL FUTURO, por Alberto Luis Mayo, secretario general adjunto de APDFA.
“En el momento en que teníamos que rescatar a la sociedad argentina de
una concepción liberal, los trabajadores configuraron la columna vertebral del
proceso. En la comunidad a que aspiramos, la organización de los trabajadores
es condición imprescindible para la solución auténtica de los problemas
argentinos.-“
Juan Domingo Perón
El compañero Raúl Fernández solía
decir: - “las empresas hacen a los hombres”-. Sin entrar en disquisiciones
sociológicas esto de alguna manera es así; al decir del querido Raúl – a
diferencias de compañeros de otras actividades cercanas – los Ferroportuarios
somos creativos e innovadores.
APDFA nació el 5 de abril de 1957 con personería gremial Nº 364
firmada por el ingeniero Álvaro Alzogaray en el marco de la tristemente célebre
“revolución fusiladora”. No surgió como
un sindicato en el tradicional sentido de la palabra, sino como una “asociación”
heredera de las tradiciones inglesas fundantes de la empresa ferroviaria.
Representaba a los jefes de “cuello blanco” perfectamente diferenciados de los
obreros de “camisa azul”.
Nació como una “asociación de
empleados” para defender los intereses profesionales de sus “representados”
pero no para intervenir en política ni mucho menos contradecir los lineamientos
generales de la empresa. Fruto de este pensamiento es que durante años y ya, en
el marco de la participación en CTA, se adhirió fervientemente al precepto
liberal: “independiente de los patrones, gobiernos y los partidos políticos”.
Argumento falaz, por cuanto
encubría una contradicción mortal. Siendo los sindicatos que representan al
personal estatal mayoritarios dentro de la Central , no podían ser independientes al depender
sus salarios del presupuesto estatal. Tampoco esa pretendida independencia les
impidió a muchos de sus dirigentes ser candidatos a diferentes cargos electivos
por distintos partidos políticos como Proyecto Sur, por ejemplo.
Esta cuestión viene de antaño.
“La revolución fusiladora” pretendió desde 1955 desmontar el “aparato
peronista” y desarticular al movimiento obrero organizado, infectando al
sindicalismo de dirigentes amarillos, “independientes” y vegetarianos, que a la
postre eran representantes de diferentes organismos de superficie colaterales
de otros tantos partidos políticos: socialista, comunista, demócrata
progresista, demócrata cristiano etc.
Esto no está mal en si mismo,
sino que encubre otros propósitos. Se dice que se quiere despolitizar al
sindicalismo, valiéndose de dirigentes que, como no podía ser de otra manera,
como cualquier ciudadano tenían su propia ideología.
En realidad en lugar de
“despolitizar” se trató de “desperonizar”, por lo tanto sería más honesto
plantearlo de esa forma.
Y es esta no una defensa corporativa
o meramente salarial (con la importancia que esto implica). Defendemos la
administración estatal en el marco de un modelo de desarrollo, que nos impulsa
a vincularnos con todos aquellos sectores de la economía, la política y el
sindicalismo que interpreten junto a nosotros este mismo criterio.
Los trabajadores tienen que organizarse para que su participación
trascienda largamente la discusión de salarios y condiciones de trabajo. El
país necesita que los trabajadores, como grupo social, definan cual es la
comunidad a la que aspiran, de la misma manera que los demás grupos políticos y
sociales. Se requiere la presencia activa de los trabajadores en todos los
niveles.
(Modelo Argentino para el Proyecto Nacional – Juan Domingo PERON)
Somos hijos del Estado. Crecimos
con él. Está en nuestro ADN, es nuestro modelo de desarrollo, de crecimiento,
de inserción social.
El Estado es una construcción
político social que nos cobijó formando parte de un cordón defensivo (junto a
otras empresas como YPF, YCF, JNG, etc.) que nos hizo soberanos con nuestras
exportaciones, reguló las importaciones y acrecentó el mercado interno. Nos dio
el pleno empleo y la participación en más del 50% del Producto Bruto Interno.
Esto en pocas palabras se dio en llamar Estado de Bienestar ó Estado
Benefactor; cuya expresión política sin par fue y es el peronismo.
Este concepto heredero del modelo
agro exportador (aquel que denunciara Raúl Scalabrini Ortiz “las redes
ferroviarias son como una red arterial que expulsa nuestras materias primas a
las metrópolis, como un gigantesco mecanismo de expoliación”.) implosionó en el
2001 y que no suficientemente recuperado aún, asume desde el discurso un rol
director que, en la práctica, no puede sostener.
A tal punto que según nuestra
caracterización, el eje de la problemática de este presente portuario, se basa
en el rol que juega el Estado en cuanto orientador de las políticas públicas
para el sector. Sin embargo vemos que en la práctica la falta de una
orientación estratégica nos lleva a ir a los tumbos de error en error.
Lo que sucede en el ámbito de la Provincia de Buenos Aires es elocuente al
respecto. ¿Cuál es el plan estratégico para los puertos bonaerenses? A juzgar
por los resultados todo parece indicar que cuando sobrevenga un principio de
crisis, que marque una merma en la rentabilidad de las grandes empresas, la
respuesta será ajuste y privatización con los consabidos argumentos:
ineficiencia del Estado y desregulación de los controles para favorecer la
“eficiencia” y la “competitividad”.-
¿Es tan difícil poner en pie la Subsecretaría de
Actividades Portuarias como autoridad de aplicación? ¿A quien beneficia la
inacción y el “dejar hacer y dejar pasar”?. Los hechos ocurridos en San Nicolás
y Mar del Plata son harto elocuentes sobre lo que pueden las acciones sectoriales
por fuera de toda planificación.
En primer lugar quiero hacer
mención al proyecto que presentó el Concejo Deliberante de la ciudad de San
Nicolás propiciando la creación de un Consorcio de Gestión para el puerto de
esa ciudad.
El mencionado proyecto ha sido
presentado a consideración del Gobernador Daniel Scioli y del Ministro de la Producción con el
fundamento – entre otros – que de esta forma se “garantiza la representación de los sectores involucrados en la actividad
portuaria, cuya participación en las decisiones, es de significativa
importancia”.
En paralelo la Municipalidad
intentó inspeccionar empresas radicadas en el ámbito portuario, lo que motivó
la reacción de la Delegación Portuaria
y de los compañeros con el sólido argumento que se estaba violentando nuestra
jurisdicción en detrimento de quien -
por ley – se constituye en autoridad de aplicación.
La realidad es que más allá de un
juicio preliminar que pone en evidencia el afán recaudatorio del municipio
(cobro de gravámenes y tasas), subyace una interna política que pone de rehén
con argumentos falaces a toda la actividad del puerto de San Nicolás.
Se intenta confundir a la opinión
pública asimilando la situación del Puerto de Bahía Blanca con el de San
Nicolás, cuestión que no puede ser considerada linealmente por cuanto las
situaciones son muy diferentes. En principio Bahía Blanca y Quequén fueron
consorciados por una ley nacional en la década del 90´ y en el marco del
proceso de privatizaciones de las empresas públicas y de provincialización de
escuelas, hospitales y puertos. Por otra parte AGP puso en valor esas
instalaciones y pagó el dragado y la optimización de sus instalaciones.
Hoy el panorama es completamente
diferente. Mas allá de la particular caracterización que hagamos de la forma
organizacional: Consorcio; el puerto de San Nicolás se encuentra en plena
expansión con un Plan Director que contempla – entre otras cuestiones –
importantes obras de infraestructura, habiéndose triplicado el volumen de carga
que se comercializa.
En cuanto a Mar del Plata la
situación reviste tal gravedad, que basta ver los portales de los principales
diarios de la ciudad para tener un panorama preliminar de la continuidad de
conflictos que, incluso y muy lamentablemente, - han originado episodios de
violencia – que hicieron temer en algún momento el desborde de los hechos con
consecuencias impredecibles. Prueba de ello es la agresión que sufriera nuestro
compañero Ricardo Manocchio en circunstancias aún no esclarecidas judicialmente
y en el marco de una disputa de la estiba por espacios de poder.
Estos dos casos puntuales y
constatables en forma inmediata nos lleva ineludiblemente a la cuestión de
fondo: Está en crisis el sistema estatal en el modo de administrar los puertos
bonaerenses. Los intereses sectoriales no deberían prevalecer sobre el interés
general. Los puertos además de una unidad económica son por sobretodo un factor
gravitante en la vida social y política de las ciudades en las que se
encuentran asentados.
La política – la buena y única
política – debe ser aquella que nos provea herramientas de gestión para el
desarrollo.
Él modo de administración
coincidente con el antiguo paradigma del Estado Benefactor, ha dejado lugar –
en líneas generales – a una política que le cede la iniciativa a los proyectos
privados que, por legítimos que sean, no tienen en cuenta el sentido público y
comunitario que debe tener el quehacer portuario.
Post data…
Dos militantes de Greenpeace
disfrazados de pescaditos cerca del Gobernador Daniel Scioli pusieron en
consideración de la opinión pública el
tema de la autodenominada reserva natural del puerto de Mar del Plata. Se trata
de una laguna artificial generada por una pérdida originada en un desagüe pluvial y cabe la posibilidad que en un futuro
cercano le reste al atiborrado puerto un espacio indispensable para la
explotación y expansión de futuras actividades.
Una ignota asociación
ambientalista obstaculiza ante la justicia el dragado y las obras que se
realizan en Ensenada/Berisso en el marco de la instalación de la Terminal Tecplata
en concordancia con el Consorcio de Gestión del Puerto La Plata. Más allá de la
preocupación por la remoción y disposición final de los barros del lecho
fluvial, nadie debe ignorar que intereses económicos están operando para
obstaculizar este emprendimiento.
En suma y a modo de corolario.
Este no es un rosario de quejas o datos aislados que esconde el propósito de desalentarnos
o concluir que, cualquier medida o acción que emprendamos será inútil ante
semejante desorden. Todo lo contrario: Es un llamado a la reflexión y a la
acción en dos sentidos; en el orden interno de nuestra organización sindical y
en el orden externo de la acción política vinculante con el resto de los
actores de la actividad y la sociedad toda.
Está dicho: Está en crisis el
modelo estatal de administración de los puertos bonaerenses. La inoperancia que
hoy campea persigue (directamente o indirectamente) que la administración se
anarquice con consecuencias impredecibles. La política no responde, pero es la
propia política la herramienta necesaria para salir de la crisis:
Conclusión hay que dar la pelea
en ese espacio. Se trata de explicitar los modelos en pugna. El que impera hoy
en día conduce a la inoperancia, a la falta de confianza en nuestras propias
fuerzas y al desaliento. El desenlace es previsible: Como en los 90´ la
sociedad concluirá que el Estado es ineficiente y que resulta indispensable
operar un cambio.
Una baja en la rentabilidad de
las empresas provocará recesión y dejará al desnudo el decorado ajado y viejo:
Servicios que se cobran y no se prestan, ineficiencia, falta de iniciativa y de
planes rectores. Todos mezclados y desorientados: acostumbrados a no hacer.
¿Cual es la contratara que se nos
propone? Reducción del gasto público como porcentaje del Producto Interno y
reprivatización de las empresas que en los últimos años demandaron aportes o
subsidios del Tesoro, utilizando una visión de búsqueda de ganancias que no se
puede aplicar sobre empresas estatales cuyo principal objetivo debe ser la
prestación de un servicio.
En ese contexto volverían con el
consabido argumento de la desregulación, “los puertos sucios”, exceso de
personal, salarios altos, etc.
¿Es casual que el Subsecretario de Actividades Portuarias insista con
carácter prioritario en jubilar compañeros?
Sin embargo nuestra realidad es
completamente diferente. TENEMOS EL RECURSO HUMANO Y LA CAPACIDAD DE REVERTIR ESTA
SITUACION.
Debemos asumir la responsabilidad política de la Subsecretaría y darnos el impostergable
debate interno sobre el modelo de gestión y a todo lo propuesto volcarlo a la
opinión pública dándole visibilidad.
¿Que pasaría si a los compañeros
del área comercial o contable de la
SAP (por citar sólo dos ejemplos) le sacáramos de encima toda
la burocracia y se le permitiera en otro marco organizacional aplicar todo lo que realmente saben?
Pero no debemos abrir el abanico
ni confundirnos con la propuesta. Ese es
el objetivo de los que se oponen a una salida sistémica. Tenemos los planes
directores de cada puerto y la experiencia suficiente como para poner en acto
la obra. No se trata de personalismos o de agrupaciones y mucho menos de
apetencias políticas (que aunque legítimas en algún caso) ahora deben estar
subordinadas al interés general. Hay que reunirse (como ya lo están haciendo)
los compañeros de San Nicolás y Dock Sur y juntos con los de la SAP para seguir avanzando.
Parafraseando la vieja frase “el
tema portuario es tan importante que no lo podemos dejar en manos de los
políticos”. Esta crisis viene para quedarse. No es sólo económica, es
conceptual. Siguen creyendo que pueden arribar alegremente sin tomar decisiones y
esperar que la próxima movida política o elección los catapulte a un espacio
más atractivo.
Mientras tanto nosotros como
capas tectónicas heredamos los problemas que serán a mediano plazo de más
difícil solución.
Juan Domingo Perón
En el orden interno de nuestra
organización y teniendo en cuenta lo manifestado en los primeros párrafos me
gustaría concluir con algunos comentarios que hacen a nuestra actividad
sindical. Aquellos aludían a una suerte
de arqueología de nuestra asociación que es necesaria, en tanto nos ubica en el
lugar desde donde provenimos.
Esto no significa que esto sea
inmodificable, en la medida que nuestras conductas no lo sean. Podemos cambiar
de estructura, de nombre, de “sello” pero si nuestras prácticas siguen siendo
las mismas, si nuestras pautas culturales siguen haciendo “huella” es inútil
emprender cualquier cambio.
Y hacerlo (impulsar el cambio)
requiere de nosotros el esfuerzo de pensar con un sentido general, no sólo
desde el interés particular –que por legítimo que sea – tendrá la limitante de
no poder abarcar más allá de la propia individualidad. No es hora de
personalismos, es hora de pensar el futuro en función de las condiciones que
nos ofrece la realidad.
Si aceptamos que está en crisis el modelo de representación política
expresado concretamente en la administración de los puertos y, si creemos que es
el sindicato el elemento aglutinador de todas las voluntades, sectores,
agrupaciones, intereses individuales, etc., es obvio que la estructura sindical
también deberá adaptarse a esta realidad.
Básicamente el sindicato es una
construcción política colectiva que tiene una misión histórica y que por eso
serán recordados por siempre sus dirigentes: atender los intereses de sus
representados y cuidar y engrandecer su fuente de trabajo. En esto todos
podemos coincidir en mayor o en menor medida, y también nos hemos sincerado con
respecto a nuestro comportamiento histórico e incluso personal en cada
situación que nos tocó actuar.
Por ejemplo, en la realidad
política que atraviesa nuestro Patria, a diario se encuentran comentarios por
Facebook e incluso en forma de diálogos personales en los cuales se evidencian
serias discrepancias que, a mi modo de ver, lejos de dividir suman, en la
medida que permiten la discusión de ideas; aunque a veces resulte
momentáneamente enojoso porque se puede tomar algún comentario en forma
personal.
Sin embargo si coincidimos que el
proceso de desgaste y pérdida de autoridad de la SAP (en este caso, pero podría aplicarse a otras
administraciones provinciales) tiene como desenlace situaciones sumamente
comprometidas, máxime si se le suman condiciones económicas objetivamente
perjudiciales, no cabe duda que debemos cambiar nuestro funcionamiento y
concepción de la cuestión.
Tenemos por delante grandes
desafíos. Deberemos liderarlos, proponiendo el diseño de un modelo organizacional
que sirva a los intereses colectivos y que nos garantice la continuidad de
nuestra fuente de trabajo. Las opciones son claras: Por un lado la repetición
de las prácticas decadentes que nos llevan a la disolución y a las salidas
parciales; por el otro nuestro propio
desarrollo.
A modo de simple borrador se
sugieren algunos puntos:
a) Necesitamos recomponer la
autoridad de aplicación. Como queda dicho tenemos el recurso humano y las
líneas de acción están claras. Una autoridad que facilite los trámites y
acompañe, asesore, conduzca. Deberán definirse aquellas cuestiones indelegables
para el Estado y que, resultarán misiones impostergables: auditoría, control,
planificación, captación de nuevas cargas, capacitación, etc.
b) Análisis pormenorizado de la
realidad de cada puerto, ventajas y debilidades competitivas y modelo
organizativo a proponer.
c) Potenciar el recurso humano
con planificación (capacitación y formación profesional) y el diseño de un plan
de carrera.
Debemos avanzar en el desarrollo
de una política pública para los puertos. No podemos pensar en nada más. Dentro
de lo cual no debemos destacar nuestra participación en la creación de una
nueva Ley de Puertos, que canalice nuestras necesidades.
Hay que crecer, los sindicatos tenemos una
obligación impostergable que es la puja salarial; pero no debemos limitarnos.
Hay que subir un escalón en la comprensión y en el convencimiento de nuestros
compañeros en el sentido de que es
nuestra responsabilidad asumir el riesgo
de la conducción.
Para ello necesitamos un
sindicato unido y con inserción política. Sin personalismos y con una mirada
estratégica que pueda sortear con eficacia esta realidad decadente.
Aquellos compañeros que crean que
se puede seguir repitiendo recetas conocidas porque alguna vez dieron
resultado, o negociar con el poder de turno la continuidad de un modelo agotado
se equivocan. El punto aglutinante es el sindicato: La lucha emprendida por la
defensa de la intangibilidad del Fondo Provincial marca el camino. Tenemos que
sentarnos a la mesa chica de la discusión estratégica. ¿Qué hace el poder
político? Echar mano de nuestros recursos toda vez que se necesite. Cuál
debería ser nuestro camino: luchar, esclarecer y llevar adelante nuestro propio
proyecto.
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